Marcel Duchamp
El enigma de París
Pablo de Santis
Cuando llegué al teatro, los últimos espectadores abandonaban la sala. En las funciones de la ópera o en cualquier obra teatral, sea esta ligera o profunda, se observa siempre el mismo fenómeno: los primeros espectadores dejan la sala entre charlas y risas, y están apurados por abandonar el mundo de la ficción y reencontrarse con el mundo verdadero, con el que se sienten en armonía. Los últimos, en cambio, necesitan ser expulsados por los acomodadores o las luces de la sala o el silencio que sucede a los aplausos; si fuera por ellos, se quedarían a vivir en el mundo imaginario que les propone la función. Así salían los últimos espectadores, mudos, atribulados por abandonar una isla gobernada por La Sirena. No sabían cuál era su lugar allá fuera; en la vida real las butacas se venden sin enumerar.